Track 1 0:01
Bienvenidos a Mar Adentro, un espacio de reflexión para navegar la vida con fe y esperanza.
Hoy te tengo un tema que sé que todos hemos enfrentado en algún momento de nuestra vida, y se trata de esos momentos en los que la vida nos pesa, en los que las cosas no salen como queríamos y nos preguntamos muchas veces por qué? Por qué a mí? Por qué me está pasando eso? Sabemos que es parte de la vida, que el sufrimiento es natural, que los períodos bajos son esperados, pero la manera en que los miramos y los vivimos va a hacer toda la diferencia. A veces, cuando las dificultades llegan, la primera reacción es tratar de solucionarlo todo. Lo primero es "Yo puedo con esto"; "No necesito ayuda"; "Tengo que ser fuerte"; porque así nos han enseñado desde pequeños. Vamos escuchando que tenemos que ser fuertes y aprendemos que depender de alguien, incluso de Dios, es para los que no quieren hacer nada y están esperando la solución en la puerta de su casa.
En cierta forma, esa independencia nos ayuda a salir adelante muchas veces. Pero qué pasa cuando a pesar de todos tus esfuerzos, la vida te pone frente a algo que simplemente no puedes manejar, no puedes controlar, la situación te supera. Qué hacemos en esos momentos? Vuelvo y digo que, en primer lugar, tenemos que entender que el sufrimiento es parte natural de la vida. A todos de alguna manera nos ha tocado. No importa que tan bien planeemos nuestro camino, que tan organizado o preparados estemos. En algún momento nos enfrentamos a pruebas que no esperábamos. La vida trae alegrías, pero también pérdidas. Tiempos de abundancia, de escasez. Días en los que me siento energética, yo puedo con todo y otros en los que apenas me puedo levantar y no siento que puedo hacer las cosas.
En mi caso, durante años pensé que yo tenía las riendas de mi vida, que podía con todo, que si trabajaba duro, si tomaba las decisiones correctas, si tenía las herramientas adecuadas, todo iba a salir como yo quería, todo iba a salir bien. Y muchas veces, honestamente, fue así, hasta que dejó de serlo. Siempre digo que Dios me dejó años dando vueltas como un trompo. Yo seguí avanzando, chocando, tropezando, sin darme cuenta de que estaba gastando mis fuerzas en querer controlar lo incontrolable. Yo quería tener el control de todo, de mi vida, pero llegó un punto en el que tuve que rendirme. No porque me rendí ante la vida, para nada, sino porque entendí que no todo dependía de mí, que habían cosas que simplemente no podía solucionar con mis propias fuerzas y claro que soltar el control no es fácil. Uno siente que al dejar de intentar manejarlo todo, todo se va a derrumbar, pero lo único que se derrumba es la idea de autosuficiencia, esa falsa seguridad que lo puedes resolver todo.
También entiendo que cada quien tiene su camino y sus momentos de darse cuenta de las cosas. Quizás hoy no sea tu momento de entender esto, quizás todavía sientes que puedes solo, con los recursos que tienes y tu red de apoyo, y eso está bien. O quizás has tenido la gracia de confiar en Dios desde siempre.
Por eso aquí mi punto es que nos hagamos esas preguntas y que reflexionemos sobre cómo abordamos esos momentos de prueba. Yo sólo te puedo decir que después de haber vivido lo bueno y lo malo hasta hoy, comparto esto con la esperanza de que pueda ayudar a alguien, porque la vida nos enseña y si puedo hacer algo con lo que he aprendido, pues es compartirlo.
Entregarle nuestras cargas a Dios no significa darnos por vencido, no es pasividad, no es quedarme sentada esperando que Él me haga todo. Es reconocer que hay cosas que escapan de mi control y que en lugar de desgastarme, intentando resolverlo todo, controlarlo todo, yo puedo confiar en que Él tiene un plan. Nos cuesta entregar, me encanta esa palabra en inglés "Surrender". Nos cuesta mucho porque queremos tener el control. Nos gusta pensar que si hacemos las cosas bien y si nos esforzamos, todo saldrá como queremos y cuando eso no pasa, obviamente llega la frustración, la desesperación. Y muchas veces pensamos que Dios no me responde, no me escucha, no me importa, incluso pone en duda nuestra fe. Pero la verdad es que Dios siempre está obrando, aunque no lo podamos ver en el momento. Su amor no depende en función de si me da lo que pido o no.
Jesús mismo pasó por esto en Getsemaní, En su peor momento le pidió al Padre: "si es posible, que pase de mí este cáliz. Que no se haga mi voluntad, sino la tuya". Jesús nos enseñó que está bien pedirle a Dios lo que queremos, está bien desahogarnos con Él. Pero también nos mostró el camino de la verdadera confianza, soltar y descansar en la voluntad del Padre.
Aceptar que no tenemos el control nos confronta con nuestra propia vulnerabilidad. Y la vulnerabilidad nos asusta porque nos hace sentir indefensos. Pero si lo pensamos bien, la vida misma es un constante aprendizaje de entrega. Por más que queramos tener el control de cómo van a salir las cosas, no podemos controlar el tiempo, ni las decisiones de los demás, ni muchas de las circunstancias que nos pasan. Esa es la realidad. Por eso es importante pedirle a Dios que nos ayude a ver esos períodos de prueba como lo que realmente son, un camino de transformación, de crecimiento, de maduración, de purificación, de cambio. Pedirle la gracia, de no endurecer nuestro corazón ante el sufrimiento, sino abrirlo para aprender lo que Él quiere enseñarnos. Qué es lo que nos quiere enseñar? A veces lo que duele, mañana nos convierte en personas más compasivas, sabias, humanas, empáticas.
Probablemente te identificas con: piensa en tu vida, en algún momento que entendiste era un momento difícil, de prueba, y de esa situación más tarde en tu vida entendiste que creciste desde ese dolor, que de ese dolor salió una persona más fortalecida o algo? Algo de crecimiento, de maduración hubo en ese proceso.
Hoy quiero invitarte a que no esperes a llegar al límite para buscar a Dios, a que no esperes a estar en crisis para rendirte ante Él. A que no pienses que puedes con todo, tú solo, porque la verdadera fortaleza no está en la autosuficiencia. Y cuando hablo de autosuficiencia, es también usando los recursos que tenemos a nuestro alcance. Está bien usarlos, pero hay momentos en que tenemos que entregar, soltar y reconocer que necesitamos a Dios.
Yo sé que hay muchas situaciones de mucho dolor en el mundo, de mucho sufrimiento que nos hacen cuestionar mucho. No pretendo minimizar eso. No pretendo no validar ni darle importancia a ciertas situaciones que no entiendo por qué suceden. Sencillamente, con esto, quiero que tomemos esos períodos de prueba, esos momentos bajos de la vida como una oportunidad para ser transformados, para acercarnos más a Dios que nos ama y tiene un plan.
Espero que esta reflexión de hoy te acompañe en tu camino, hasta la próxima y que Dios te sostenga en cada paso.